viernes, 18 de diciembre de 2015

DOS TRECES EN CAPARROSO - Navarra


Hoy os dejo dos puertas 13 de Caparroso, pueblo navarro por el que había pasado varias veces, pero nunca había parado y, no hace mucho, al pasar por él decidimos hacerlo y dimos un bonito paseo. Y, callejenado, callejeando, por algunas de sus empinadas calles de su casco antiguo me topé con estas dos treces.  

Y para finalizar os dejo otro de los relatos, que mi amiga Rosario Raro me envió 

EL COTILLEO
Trabajo a gusto aquí pero siempre con el temor de que se enteren. Cada vez que escucho una conversación a media voz o bisbiseando pienso que están hablando de mí, que ya lo saben. Por lo demás, todo bien, mis compañeras son muy agradables, cada una de un país, así aprendo lenguas. A ambos lados de la cinta transportadora nos intercambiamos palabras, ellas me preguntan cómo se dicen algunas cosas en castellano y después me lo dicen en rumano, en árabe y las ecuatorianas se ríen porque allí siempre significa otra cosa y además sexual.
Los jefes nos observan desde la planta de arriba. Sus despachos son como balcones que cuelgan a los lados de la nave. Alguno a veces me mira fijamente y yo me estremezco porque creo que ya lo sabe. Después lo llaman por el móvil y vuelve a entrar en su garita. La planta baja es inmensa, durante todo el día llegan los camiones, solo cambia el color de sus cajas: azul, amarillo o verde, como los semáforos.
Cada mes, cuando cobro me compro una camiseta después de ducharme durante más tiempo del habitual.
No contesto preguntas sobre mí. Me inventé entero un currículum muy breve para que me cogieran. Además no me guardé copia porque lo hice en un cíber y allí se quedó en el escritorio del ordenador por si alguien decide suplantarme. Entonces, como ni sé lo que puse, pues no digo nada para no contradecirme. No sea que estas aprendan español y se lo cuenten a los jefes. En una situación de tanta depredación como esta, nunca se sabe.
Lo que más me gusta de este trabajo, porque lo más sorprendente es que me gusta, es cuando entre los objetos que clasificamos se cuela algo que no tendría que estar ahí. Tenemos un pacto, lo coge la que le pasa más cerca.
Este mes cuando cobre me compraré una colonia. Eso sí, de 20€ no de 200€, que eso sí que sería un disparate.
Además me gusta uno de los chóferes. Calculo el tiempo de su ronda para saber cuándo llega, pero claro, me he prohibido ir más allá, tener ningún tipo de relación, ni de amistad siquiera porque tendría que mentirle y ya empezaríamos mal.
Dicen que a un escritor se le conoce por su papelera, a una sociedad por la basura. Aquí hay de todo, aunque hay que decir que las últimas semanas ya nos llega muy esquilmada. Traen toda menos la orgánica, que dicen, cada día es menos, sobre todo la de los supermercados, por la cantidad de personas que esperan a que cierren para rescatar productos que solo tienen dañado el envase -lo que nosotras clasificamos después- o demasiado inminente su fecha de caducidad. Yo no sé cuánto durará esto, pero seguro que hasta que sepan lo que soy en realidad y me pongan de patitas en la calle, sin explicaciones, ni finiquito ni paro. Aducirán que les engañé y ya está. Los jefes se pondrán como fieras cuando sepan lo de mi MBA, Master in Business Administration. Por si eso fuera poco además de Ciencias Políticas y Sociología, dos años después estudié Económicas. Pero, mira, si no me descubren igual salgo de aquí más políglota aún de lo que entré.

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